viernes, 21 de febrero de 2014

El pique y el picante mixto del restaurant Las Palmeras


Sobradores hasta la indigestión

Presentación del Pique Macho de Las Palmeras.
No nos cansaremos de repetir. Con muy pocas y honrosas excepciones, los restaurantes cochabambinos que se precian de ofertar comida tradicional confunden, en sus platos, atención e infraestructura, lo tradicional con lo precario.

Lo primero que uno ve al llegar al céntrico establecimiento Las Palmeras (calle Lanza entre Colombia y Ecuador) es el afiche de una empresa cervecera con las firmas de los integrantes del representativo grupo folklórico Los Kjarkas. Esa carta de presentación sirve como una especie de sello de calidad que da alguna esperanza sobre la calidad de la experiencia. Se trata, sin embargo, de una señal falsa y engañosa.

Vamos por partes. Tal vez bajo el criterio de que la cantidad es lo que más importa, los precios de los platos que buscamos son muy altos en su versión enteros (el pique especial por ejemplo se vende a ¡Bs 130!, no obstante parece alcanzar para cuatro personas). Intuyendo que lo que vendrá no estará a la altura de las expectativas, nos inclinamos por pedir el medio pique macho (Bs 55) y el medio picante mixto (Bs 40).

Empecemos por este último, que es de lo más rescatable. Viene en una ración solamente individual -no podía ser de otro modo-, y la lengua, aunque no seleccionada, está cocida en su punto. La pierna de pollo comparte esta característica y es además muy jugosa. Las carnes están bañadas en ajíes rojos y amarillos algo espesos y no muy picantes. El arroz graneado es de calidad, y el punto más alto del plato es una papa andina casi perfecta en su cocción, de un gran sabor con personalidad propia. El chuño sin embargo no llega ni siquiera a lo regular. Está agrio, señal clara de que es guardado. Y, con nota de aprobación baja, también anda la ensalada, escasa, constituida por unos trozos de cebolla y en medio algún tomate perdido, los cortes de ambos se usan para muchos otros platos. Hasta ahí todo más o menos bien.
Presentación del picante mixto en Las Palmeras.

El problema de Las Palmeras es precisamente una de sus especialidades, el pique, cuyo costoso medio plato alcanza para dos personas que hayan desayunado muy bien. Como el picante, tarda casi 40 minutos desde que se lo ordena. A primera vista, el preparado llega muy desequilibrado: en una densa jungla de cebollas y papas apenas hay atisbos de pedazos de carne. Ésta, picada en cubos y no tan blanda, tiene el facilón sabor de un grosero bote de mostaza industrial que, para disimular, fue mezclado con toques de pimienta. La papa como en el picante es no obstante buena, como delicioso es -un punto alto para este tipo de locales- un chorizo viena que está encima del promedio.

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Pero todos los aciertos son borrados de un plumazo, cuando a medida que uno avanza se encuentra con fragmentos de morcilla que -¡horror!- parecen ser sobras del plato de otro comensal. Ojalá la causa sea un perol sucio y no el uso de sobras, lo que sencillamente inhabilitaría salubremente al local. No hay modo de saberlo, pues el muy ocupado mesero brilla por su ausencia, tal como su iniciativa.
Los platos se sirven en mesas más o menos limpias, de manteles ordinarios como ordinarios son los platos, cubiertos y la cristalería. Y -parecen ser señas identitarias delos restaurantes tipo Las Palmeras, junto a la decoración kitch y música “del ayer”- los baños están en pésimo estado, son sucios y muy malolientes. Y es que este tipo de lugares parecen siempre estar a medio camino entre ser centros gastronómicos o vulgares cantinas de viernes (como apunte positivo habrá que decir que la cerveza se vende a Bs 15 y el litro de jugo a Bs 12).

La mala experiencia hizo que, tras más de una decena de restaurantes visitados y de donde salimos ilesos, uno de los integrantes de PSP sufra una severa indigestión que le duró tres días. Incluso olvidando todos los desaciertos, solo el hecho de que la comida nos haya costado la salud hace que, desde este espacio, no recomendemos ni a nuestros enemigos ir a Las Palmeras.


















piquesillpanchopicante@gmail.com

jueves, 16 de enero de 2014

El pique macho del restaurant Paprika


Paprike macho: tradición y gourmet

La presentación del Pique Macho del restaurante Paprika.
Paprika es un condimento en polvo de color rojo, de un particular sabor obtenido a partir del secado y molido de variedades de pimientos rojos. Es un ingrediente utilizado generalmente en la cocina española.
Existe en Cochabamba un restaurant que hace honor al condimento usándolo como característica de sus recetas. El café bar Paprika está ubicado en la calle Chuquisaca esquina Antezana. Fue creado en 2001 para ofrecer “comida en familia, el romance y la tertulia”, indican las líneas que nos introducen al menú. 
 
Uno de los platos criollos de la casa es el Paprika Pique. Cuesta Bs 49 y es posible acompañarlo con una elección de la amplia y variada lista de jugos naturales fríos  o frozen (los vasos, de buen tamaño como en ningún otro lugar, cuestan entre Bs 13 y 18; eso sí, la cerveza personal cuesta Bs 18 la más económica).

Lo primero en llegar a la mesa son las bebidas, posteriormente, a manera de introducción en la experiencia gastronómica, viene el pan con ajo, cortesía de la casa e innovación que acompaña un plato tradicional como el pique macho.
El pan con ajo que sirven antes de las comidas, incluído el Pique Macho.

La espera de aproximadamente una hora concluye con el plato sobre la mesa, traído por un mesero atento, educado, cuidadoso, bien uniformado y pulcro. Por su cantidad, el preparado viene en una ración estrictamente individual. El plato, entre gourmet y tradicional, es un pique algo estilizado, con un jugo en el que parece que se coció la carne, preparada ésta con un toque ahumado. Se trata de trozos seleccionados y de un tono rojizo, seguramente marinados en vino durante la cocción.

Uno de los ambientes del restaurante Paprika en Cochabamba.
Las papas, cocidas de forma adecuada, tienen el agradable sabor de las especies nativas y, a medida que uno las come, adquieren además parte del sabor del jugo. Se pueden combinar de modo espléndido con rodajas de chorizo tipo viena de una calidad aceptable, crocantes por fuera y suaves en el centro.
Formando parte de la decoración resaltan los trozos de locoto, cortados transversalmente aun con las semillas y parte del corazón, que le dan un toque de agresivo picante. Además se ve una fresca y seleccionada porción de tomates cortados en pequeños cubos, junto a cebollas cortadas en julianas, algunas mezcladas con la carne en forma de chorrellana.
El locoto, ese elemento picante que no le puede faltar al Pique Macho.

El toque de vino, bastante paprika y un chorro de mayonesa algo sintética pero decorada con perejiles diminutos, hacen de este pique un plato especial para los amantes de los sabores diferentes, mas no para quienes prefieren comer algo enteramente tradicional. El excesivo jugo, las cebollas en chorrellana y paprika pueden resultar algo chocantes para quienes no estén acostumbrados a la innovación.

Más algo que puede reconfortar a los que no deseen experimentar demasiado es la variedad del menú, el ambiente acogedor, céntrico, limpio y con una atención de primera. Es posible disfrutar cómodamente de un plato de la comida que ofrece la casa o degustar creativos cocteles, clásicas bebidas finas o refrescantes jugos naturales. Y quienes deseen experimentar aún más pueden indagar en los sabores de platos exóticos como ser medallón de llama o filete de avestruz. 





























piquesillpanchopicante@gmail.com

miércoles, 8 de enero de 2014

El picante mixto del restaurant Grill


Esos pequeños/grandes detalles

El ají típico del picante mixto que sirven en el restaurante Grill.
No fueron pocos los que nos hicieron la recomendación. Si queríamos saborear el mejor picante mixto cochabambino, debíamos ir a probarlo al restaurant Grill. Así es que llegamos hasta la avenida Santa Cruz y Pedro Blanco para degustar el plato entero, cuyo costo es de ¡Bs 60! (alcanza para tal vez un adulto y un niño; el medio, estrictamente individual, se vende a cinco pesos menos).

Entretanto dura la media hora de espera, unos trozos de un muy regular pan con llajwa aplacan el hambre. Llega a buena temperatura el picante a la mesa, y lo que tienta para el bocado primero es la lengua, de un generoso corte que, aunque grueso, está bien seleccionado. Su consistencia es firme, no obstante la carne casi se disuelve en la boca, con una sazón un tanto lechosa que es espléndida. Excelente también es el pollo. Aunque un poquito seco, parece haberse cocido previamente en un caldo de verduras de las que extrajo aromas. 

Presentación del picante mixto del restaurante Grill.

Los ajíes no tan picantes -el rojo más espeso que el amarillo- bañan las carnes y transmiten un potente sabor -no tan fácil de asimilar para algunos-, que además se combina a la perfección con una buena porción de chuño tipo tunta, muy bien lavado y mezclado con toques de huevo y cebolla. Las papas sin embargo constituyen un bajón. Son claramente del tipo holandesa, por ende no harinosas, y alguna de ellas nos toca a medio cocer. Coronan el preparado porciones reducidas -mas frescas- de tomate, arveja, cebolla y perejil, este último otro destacado detalle que nos recuerda que estamos ante un plato típico del valle, uno que puede ser regado con una cerveza (a Bs 15) o un jugo personal (a Bs 6). 

Hablando de detalles, los del restaurant Grill se quedan ahí, al menos los buenos. El local fue remodelado con un gusto extraño, por decir lo menos. Conviven al interior una decoración formal y, donde era el patio, un estilo que hace todo lo posible por ser minimalista, pero que se queda en lo chillón y chabacano. Por supuesto, como la mayoría, nosotros no fuimos a apreciar bondades arquitectónicas ni de diseño de interiores. Sin embargo, lo chabacano es también característico en la -asimismo desigual- cristalería y cubiertos que hay que usar junto a una terriblemente sucia alcuza y un florero artificial con horrorosos puntitos negros que dejó algún insecto. Lo malo sigue con un televisor en el que los comensales -al menos el día que fuimos- tienen que ver a los niños con cáncer de la Telemaratón mientras tratan de engullir algún bocado.

El Grill tampoco cuida la atención. El cliente debe llamar todo el tiempo a dos sufridos meseros que, sin la menor iniciativa, tienen que ser varias veces requeridos para cosas tan elementales como servilletas, una silla para bebé, cubiertos o, finalmente, la cuenta.
Por todo lo anterior, es evidente que el más detallista del restaurante es el (¿la?) chef y no el administrador, quien debería comprender los réditos mayores que pueden conseguirse ofreciendo una experiencia completa sin exagerar el precio.

Fachada externa del restaurante Grill en Cochabamba.



Vista interior del restaurante Grill en Cochabamba.





piquesillpanchopicante@gmail.com