viernes, 13 de diciembre de 2013

El picante mixto del restaurante Las Américas

Hazte de fama y cáete de la cama


La presentación del picante mixto del restaurante Las Américas.

Cuentan nuestros mayores que incluso hasta entrada la década de los 90 los cochabambinos tenían en varias calles del centro sus lugares de reunión gastronómica y esparcimiento. Una de esas vías era la Antezana y en ella, entre Calama y Ladislao Cabrera, se encuentra todavía el restaurante Las Américas, especializado en comida criolla. Venciendo el congestionamiento del tráfico y la -ahora- mala fama del vecindario, hasta allí llegamos para probar el picante mixto entero del establecimiento, que tiene un costo de ¡Bs 55! y que alcanza para una persona de no mucho apetito y tal vez para un niño (el medio plato vale Bs 40).
El preparado viene casi frío tras 23 minutos en los que, por el ambiente y atención, uno intuye que ha desperdiciado su inversión. Si bien equilibrado en sus porciones, el picante mixto se hace presente con un solo corte grueso de lengua y una presa -más o menos generosa- de pollo. La primera de las carnes está entre lo más sobresaliente de Las Américas. Aunque se nota que faltó golpearla y separar mejor las fibras, tiene un buen sabor, que se entremezcla bien con un algo líquido y picante ají amarillo, de intensidad particular. El arroz asimismo es de calidad, está bien cocido y se le notan leves toques de cebolla y ajo. La papa es, por harinosa, claramente nativa, y se la disfruta aplastándola en el ají. Otros simpáticos detalles tradicionales son aromáticos perejiles y arvejas dulces que coadyuvan al contraste de sabores.
El pollo está sin embargo desabrido, se nota que tal vez fue cocido para otro plato. Empiezan los problemas pues el chuño no pasó por selección alguna, y podríamos apostar que la ensalada -con algunos tomates semipodridos- fue hecha muchas horas antes, en una batea y para acompañar cualquier cosa. Tanto es así, que en medio de unas cebollas simplonas nos topamos con un alambre de viruta, que seguro saltó del lavaplatos al bañador. El horror sigue con una llajwa agria, por supuesto que guardada.
El alambre de viruta encontrado en la ensalada del picante mixto del restaurante Las Américas.

Todo se sirve en los platos más ordinarios del mercado (igual que los cubiertos), con un fondo de manteles más o menos limpios y una alcuza simplemente cochina, ubicada al lado de un porta servilletas en el que los meseros -de nula iniciativa para su labor principal- se dieron el ocioso trabajo de colocar pedazos de papel divididos por la mitad y por eso semitransparentes.  
 
Las mesas y sillas, casi todas sucias y viejas, combinan tal vez con la mucha vegetación del restaurante. No obstante, este aspecto positivo -ya no visible en otros espacios que optaron por el cemento- es difícilmente apreciable en medio de una decoración de cantina que en su discoteca tiene lo más ecléctico de la música a volumen alto: desde el “Gangnam Style” hasta lo último de Bonanza, pasando por lo más odioso de los clásicos ochenteros. Pero lo que remata la pésima nota del restaurant es el lamentable estado de los baños: sin agua, incompletos, malolientes y con el sueño de algún día contar con implementos básicos.
 
Por último habrá que decir, a modo de reconciliarnos alguito, que la cerveza es barata: se vende Bs 15 la botella de 620 cc y, según anuncios, cada viernes hay “happy hour”. Uno entonces podría ir a pasar un viernes de soltero en toda ley al local -tal vez cenando antes-. Pero, siempre hay un pero, tristemente -y esto no es culpa de los dueños-, la zona es peligrosa. A causa de la cercanía de la universidad pública y de nuestra “juventud estudiosa”, en los alrededores se han abierto verdaderos antros de remate, de los que salen los más variados seres, a cual más confundido o agresivo. Revivir entonces las viejas glorias de un restaurant puede tener un precio alto (además del monetario, claro está): una mala comida, una mala experiencia y el peligro -sobre todo por las noches- de no vivir para contarla. La ponemos fácil: recomendamos no ir.
Un vistazo a la entrada del restaurante Las Américas en Cochabamba.
























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