martes, 12 de mayo de 2015

El pique macho del Savarín


El tamaño no importa
La presentación del pique macho del Savarín en Cochabamba
Cuenta el notable historiador Gustavo Rodríguez Ostria que Cochabamba nunca fue una ciudad tan clasista como sus pares del eje troncal. Los espacios de encuentro de los más pudientes no fueron del todo exclusivos, pues los estratos sociales entraban en contacto, aunque luego el crecimiento de la urbe determinó lugares más selectos.
Así, la Plaza Principal 14 de Septiembre fue hasta muy entrada la segunda mitad del siglo XX el lugar de encuentro de la clases dirigentes, aunque paulatinamente, desde inicios del pasado siglo, éstas fueron trasladando de a poco a El Prado, lugar que en la actualidad ya no es más paseo para señoritos y señoritas bien. Algunos de los restaurantes que allí todavía se encuentran afrontaron la movilidad social manteniendo su calidad para todos; aunque otros establecimientos perecieron y algunos más viven de la fama de décadas pasadas.
Vista del local desde adentro.
Este es, lamentablemente, el caso del Savarín, otrora excelente lugar de solaz y degustación de estupenda comida regada con cerveza; hoy más promotor de riegos que de degustaciones. Hasta el Savarín llegamos para probar el pique K-macho (en honor al apellido del antiguo y fallecido fundador, Octavio Camacho), una innovación que, nos avisaron, venía en olla, con lo que el concepto de pique macho se perdía un poco. Optamos entonces por el pique macho de Bs 130 y más que suficiente para hambrientos comensales.
Algo más de media hora pasa para que llegue un enorme plato, cuyas carnes de res son muy regulares y no seleccionadas como se nos prometió, pues algunas tienen nervios incluidos que no pueden ser disimulados ni con la salpimentada final. Las papas, si bien de especie nativa, parecen haber sido preparadas en dos tandas, una de ellas guardada. Completan las carnes abundantes porciones de calidad regular de chorizos viena, parrillero y una, sí, remarcable morcilla. Coronan el plato frescos tomates, cebollas y locotos, muy pocos estos últimos. Todo puede ser regado con cervezas a buen precio.
La experiencia podría ser calificada como regular, de no ser que uno tiene que alimentarse en un viejísimo, a veces sucio y desigual mobiliario, adornado por una alcuza sin limpieza. Los platos, de metal, se notan ampliamente trajinados, como los también muy ordinarios cubiertos y vasos. La experiencia llega a ser pésima si uno decide comer en la parte exterior y no en la -extrañamente kitch- sala. Nosotros elegimos comer afuera para contemplar El Prado. Fue una muy mala elección. Al carecer el local de un guardia de seguridad, más de doce personas en condición de pobreza, vendedores de todo tipo de cosas y artistas eventuales se acercaron hasta nuestra mesa en menos de media hora, para pedirnos dinero o, en su caso, que les invitemos nuestro alimento. Terrible. El colofón es una pantalla de televisión, en la que se ven -por Unitel, cuándo no- las imágenes de los más recientes hechos sangrientos del día. ¿Quién puede comer en paz así?

Aunque la atención de los meseros es muy amable y personalizada, detalles como los anteriores deberían ser seriamente considerados por los propietarios, quienes tendrían que considerar que el tamaño no es todo lo que importa.





piquesillpachopicante@gmail.com 

1 comentario:

  1. Van a comer a un restaurante que es conocido por ser "boliche de chupas"... Y quieren que se les atienda en un palacio, con platos de porcelana fina, cubiertos de plata y vasos de cristal fino?... Por favor, alguna de sus publicaciones rayan en lo absurdo y estúpido, reclamar por la gente que va a pedir monedas, un poco de comida o los trovadores de calle? quieren un guardia?... ESTAN COMIENDO EN LA CALLE!! . Entonces, según su lógica, los trancapechos de la Perú tambien son horribles porque si los compras para llevar te los dan en bolsitas y no en tappers de 50Bs?.

    Se hacen los gourmettes y comen en la calle... Apreciasiones de gente que quiere tirar mierda a todos sin fundamento... A ver, voy a esperar con muchas ansias el analisis de los anticuchos que venden en la plaza de Cala Cala. Que página rídicula.

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