Sobradores hasta la indigestión
Presentación del Pique Macho de Las Palmeras. |
No nos cansaremos
de repetir. Con muy pocas y honrosas excepciones, los restaurantes
cochabambinos que se precian de ofertar comida tradicional confunden, en sus
platos, atención e infraestructura, lo tradicional con lo precario.
Lo primero que uno
ve al llegar al céntrico establecimiento Las Palmeras (calle Lanza entre
Colombia y Ecuador) es el afiche de una empresa cervecera con las firmas de los
integrantes del representativo grupo folklórico Los Kjarkas. Esa carta de
presentación sirve como una especie de sello de calidad que da alguna esperanza
sobre la calidad de la experiencia. Se trata, sin embargo, de una señal falsa y
engañosa.
Vamos por partes.
Tal vez bajo el criterio de que la cantidad es lo que más importa, los precios
de los platos que buscamos son muy altos en su versión enteros (el pique especial
por ejemplo se vende a ¡Bs 130!, no obstante parece alcanzar para cuatro
personas). Intuyendo que lo que vendrá no estará a la altura de las
expectativas, nos inclinamos por pedir el medio pique macho (Bs 55) y el medio
picante mixto (Bs 40).
Empecemos por este
último, que es de lo más rescatable. Viene en una ración solamente individual
-no podía ser de otro modo-, y la lengua, aunque no seleccionada, está cocida
en su punto. La pierna de pollo comparte esta característica y es además muy
jugosa. Las carnes están bañadas en ajíes rojos y amarillos algo espesos y no
muy picantes. El arroz graneado es de calidad, y el punto más alto del plato es
una papa andina casi perfecta en su cocción, de un gran sabor con personalidad
propia. El chuño sin embargo no llega ni siquiera a lo regular. Está agrio,
señal clara de que es guardado. Y, con nota de aprobación baja, también anda la
ensalada, escasa, constituida por unos trozos de cebolla y en medio algún
tomate perdido, los cortes de ambos se usan para muchos otros platos. Hasta ahí
todo más o menos bien.
Presentación del picante mixto en Las Palmeras. |
El problema de Las
Palmeras es precisamente una de sus especialidades, el pique, cuyo costoso
medio plato alcanza para dos personas que hayan desayunado muy bien. Como el
picante, tarda casi 40 minutos desde que se lo ordena. A primera vista, el
preparado llega muy desequilibrado: en una densa jungla de cebollas y papas
apenas hay atisbos de pedazos de carne. Ésta, picada en cubos y no tan blanda,
tiene el facilón sabor de un grosero bote de mostaza industrial que, para
disimular, fue mezclado con toques de pimienta. La papa como en el picante es
no obstante buena, como delicioso es -un punto alto para este tipo de locales-
un chorizo viena que está encima del promedio.
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Pero todos los
aciertos son borrados de un plumazo, cuando a medida que uno avanza se
encuentra con fragmentos de morcilla que -¡horror!- parecen ser sobras del
plato de otro comensal. Ojalá la causa sea un perol sucio y no el uso de
sobras, lo que sencillamente inhabilitaría salubremente al local. No hay modo
de saberlo, pues el muy ocupado mesero brilla por su ausencia, tal como su
iniciativa.
Los platos se
sirven en mesas más o menos limpias, de manteles ordinarios como ordinarios son
los platos, cubiertos y la cristalería. Y -parecen ser señas identitarias delos restaurantes tipo Las Palmeras, junto a la decoración kitch y música “del
ayer”- los baños están en pésimo estado, son sucios y muy malolientes. Y es que
este tipo de lugares parecen siempre estar a medio camino entre ser centros gastronómicos
o vulgares cantinas de viernes (como apunte positivo habrá que decir que la
cerveza se vende a Bs 15 y el litro de jugo a Bs 12).
La mala experiencia
hizo que, tras más de una decena de restaurantes visitados y de donde salimos
ilesos, uno de los integrantes de PSP sufra una severa indigestión que le duró
tres días. Incluso olvidando todos los desaciertos, solo el hecho de que la
comida nos haya costado la salud hace que, desde este espacio, no recomendemos
ni a nuestros enemigos ir a Las Palmeras.
piquesillpanchopicante@gmail.com